CAÑESTRO DONOSO, A.,
“Antiguos ajuares de platería en las iglesias de la provincia de Alicante”, El
SALT nº 22. Revista del Instituto Alicantino de Cultura Juan Gil-Albert.
ISSN nº 1697-6800. Alicante, 2010, pp. 28-31.
ANTIGUOS
AJUARES DE PLATERÍA DE LAS IGLESIAS EN LA PROVINCIA DE ALICANTE
Alejandro
Cañestro Donoso
La provincia de Alicante, cuya
extensión territorial coincide casi plenamente con el antiguo obispado de Orihuela,
cuenta con un relevante patrimonio religioso, especialmente sus iglesias, que
suponen en su significación e importancia un testimonio fundamental de la
historia de la citada diócesis. Y las iglesias y otros grandes templos (como la Catedral , es decir, la
sede única del Obispo hasta 1959) se fueron enriqueciendo con nutridos ajuares
de platería, aunque hoy aparezcan muy mermados. Nada se conserva de la platería
medieval y pocas piezas hay del siglo XVI: el auge de la platería en la diócesis
de Orihuela vendrá en el Barroco y muy especialmente en el siglo XVIII, el gran
siglo de la platería y de todo el arte levantino.
Cáliz de Jueves Santo, último tercio del siglo XVIII (iglesia de San Juan Bautista, San Juan de Alicante)
Copón de la Consagración, 1784 (Basílica de Santa María de Elche)
Portapaz, siglo XVII (Concatedral de San Nicolás de Alicante)
Corona imperial, 1780 (Basílica de Santa María de Elche)
Custodia del Corpus, 1714 (Catedral de Orihuela)
Candelero, ca. 1770 (Concatedral de San Nicolás de Alicante)
Pero el panorama de la platería en
la provincia de Alicante apenas ha sido puesto de relieve al carecer de
estudios sistemáticos y científicos, pues únicamente se han hecho aportaciones
aisladas (caso de la platería barroca de San Nicolás, fichas de catálogo,
platería de Torrevieja, etc.). No obstante la ausencia de investigaciones,
puede adelantarse que el obispado orcelitano fue un centro de importancia, llegando
a tener obradores diferentes poblaciones, como Orihuela, Alicante o Elche, pues
se ha documentado la existencia y el trabajo de muchas familias de plateros en
los mencionados municipios en el siglo XVII y XVIII. Desde luego, uno de los
principales escenarios de esas platerías fueron la Catedral del Salvador
(Orihuela) y la
Concatedral de San Nicolás (Alicante), precisamente por su
rango y por ser las primeras iglesias de una diócesis, por lo que acapararon
mucho de lo mejor producido en los diversos obradores de platería, cuando no se
trajo obra de otros reputados talleres, sobre todo de Valencia.
Los inventarios y la documentación
pastoral refrendan la totalidad de los ajuares en las iglesias. Sin embargo, ha
desaparecido la mayor parte de su platería antigua por varias circunstancias
(cabe mencionar la Guerra
de la Sucesión
a inicios del siglo XVIII, la de la Independencia en el XIX y ya, en el siglo XX, la Civil española, además de
expolios y robos). El presente texto pretende resaltar la importancia de los
ajuares de platería, siempre en aras de la magnificencia del culto, desde una
triple vertiente: las piezas destinadas al adorno de la Liturgia , las de las
procesiones y la platería concebida como ornato de las imágenes de culto,
poniendo ejemplos reales existentes en iglesias de nuestra diócesis.
Ciertamente, el ambiente anterior al
siglo XVII resulta difícil de precisar, ya que falta tanto la obra que hubo de
hacerse en tiempos de la Edad Media
o del primer Renacimiento así como el testimonio documental de la misma. Por
tanto, habrá que centrarse en el desarrollo habido a partir de entonces,
particularmente en el Barroco, que, como se indicaba, representó una gran etapa
para las iglesias, marcadas por el importante impacto de la Contrarreforma , que
en este obispado adquirió un carácter verdaderamente ejemplar.
La zona del presbiterio era donde
más presente se hacía la platería, llegando a montarse auténticos escaparates
en fiestas destacadas y solemnidades, como en los Monumentos de Jueves Santo,
en cuyo centro se instalaba un arca de plata que venía a simbolizar el sepulcro
de Cristo. Pero la platería también se pensaba para los ritos y cultos diarios.
Conviene destacar que hasta el Concilio de Trento, dicha platería se reservaba
únicamente para aquellas piezas que estaban en contacto directo con el Cuerpo y
la Sangre de
Jesús, es decir, cáliz, patena, copón y viril. A partir de la Contrarreforma , la
platería se extiende a la totalidad de la iglesia, desde la misma mesa del
sacrificio, que en ocasiones aparece adornada con un bello frontal de plata,
como en la catedral de Orihuela, labrado por Antonio Grau y Picard en 1763 con
una iconografía alusiva al titular de dicho templo, pudiendo ser un trasunto en
menor tamaño del retablo principal.
Y esa mesa de altar se veía adornada
por juegos de candeleros, bujías, hachones y otras piezas de luz que
contribuían a iluminar el sagrado recinto. Se conservan en la concatedral de
San Nicolás de Alicante un juego, aunque incompleto, de candeleros que en 1772
labró el valenciano Bernardo Quinzá. Además, se solía disponer una cruz de
altar, de cara al celebrante como la existente en la misma catedral oriolana,
hecha por el valenciano Ignacio Llansol hacia 1746, uno de los primeros ejemplos
del Rococó levantino y que contiene una escogida iconografía en el pie: las
palabras de la
Consagración , la imagen del Salvador (titular de la catedral)
y un ramo de azucenas (en alusión a María, cotitular de dicho templo). También
se incorporaba con frecuencia a las mesas un atril para sostener los libros
rituales.
Sin duda, la pieza que mejor acusará
las influencias de la
Contrarreforma será la custodia u ostensorio, precisamente
por ser el receptáculo del Cuerpo de Cristo en el misterio de la Transubstanciación.
Hay custodias en todas las iglesias de la diócesis, aunque
conviene hacer una doble diferencia: por un lado, las custodias portátiles o
expositores, como la de la iglesia del Salvador de Muchamiel, procedente de
taller valenciano y fechada en torno al último tercio del siglo XVI; y por otro
lado, las custodias procesionales (también llamadas de andas) utilizadas en la festividad del Corpus Christi, caso de
la custodia de la catedral de Orihuela, obra del platero Juan Antonio Domínguez
(1717) aunque ayudado por Pablo Serrano y Fernando Martínez. La posesión de
estas custodias quedaba limitada a las grandes iglesias, de donde partían los
desfiles, aunque hubo iglesias que tenían custodias para sus procesiones en la Octava.
Antes de la ceremonia de la Consagración , el
celebrante instaba a los presentes al rito de darse la paz, para lo que se
empleaba una suerte de pequeño retablo en plata, cuyo edículo principal
albergaba una iconografía relacionada con la advocación del templo. Estas
piezas, denominadas paces o portapaces, han desaparecido de los
ajuares parroquiales, aunque sobreviven algunos ejemplos interesantes, como los
conocidos en la iglesia de la
Asunción (Sax) o en la propia San Nicolás (Alicante).Además,
para que el celebrante no olvidase las palabras de la Consagración se
idearon las llamadas sacras, unas
cartelas de plata en cuyo interior se albergaban tres textos (el inicio del
Evangelio según San Juan, las palabras del lavabo y las de la misma
Consagración). Estas sacras, de la misma forma que los portapaces, han
desaparecido de los cultos, aunque han restado dignos juegos, como los dos
conservados en San Nicolás (Alicante), de estirpe valenciana.
Otras piezas de plata que adornaban
los rituales son las crismeras o las conchas de plata para bautizar. Incluso en
el mismo presbiterio se depositaban relicarios, aunque lo usual era guardarlos
en las sacristías; dichos relicarios remarcaban el carácter sacro del recinto,
siempre con envoltorios más o menos complicados de plata. A nuestros días han
llegado los relicarios de San Nicolás y San Roque (concatedral de Alicante) o
un bellísimo relicario del Lignum Crucis,
perteneciente a la escuela veneciana y datado en el primer cuarto del siglo XIV
(parroquia del Salvador, Elche). El adorno de la zona circundante al Altar
mayor se completaba con las lámparas de plata.
En cuanto a las piezas de platería
destinadas a las procesiones y otros actos fuera del templo, cabe destacar la
cruz, que era la encargada de abrir los cortejos flanqueada de dos ciriales
portados por acólitos. Hay muchas cruces interesantes en las iglesias
alicantinas, aunque por su importancia destaca la denominada Cruz de los Beneficiados, conservada en
la catedral de Orihuela y labrada por los plateros Miguel de Vera y Hércules
Gargano a finales del siglo XVI con toda una iconografía alusiva a los diversos
santos locales y los patronos catedralicios.
Dos piezas de platería interesantes
son los incensarios y las navetas. Los primeros se emplean para purificar el
aire y denotar la presencia divina, costando de dos partes (brasero, donde se
depositan los carbones, y el cuerpo del humo). Por su parte, la naveta, también
llamada barqueta, contenía el
incienso y se configura como un cuerpo horizontal sobre un pie y doble
tapadera. En la concatedral de Alicante existe un magnífico incensario del
siglo XVIII, de la misma forma que en la iglesia de Santiago (Albatera) puede
contemplarse un espléndido ejemplo de naveta del primer tercio del Setecientos.
No quedaría completa esta
aproximación a los ajuares de platería de las iglesias de nuestra provincia si
no se contemplase el importante capítulo del exorno de la imagen de culto. La
mayoría de las tallas van tocadas por coronas, nimbos, aureolas, potencias,
puñales, aunque también incorporan otras joyas de pecho y sortijas. Resulta
paradigmática, en este sentido, la corona que el insigne Obispo Tormo regalase
a la Virgen de
la Asunción
de Elche hacia 1780, salida del taller del valenciano Fernando Martínez,
platero predilecto de Tormo, constituyendo un esplendoroso ejemplar de corona
imperial compuesto de canasto y ráfaga y adornado de medallones con
representaciones de la coronación de María.
En síntesis, puede decirse que la
platería desempeñó un papel muy importante dentro de las iglesias de nuestra
provincia, el cual conviene desentrañar mediante estudios profundos que le
devuelvan a la platería el rango artístico que tuvo en otros tiempos.
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