viernes, 29 de marzo de 2013

Antiguos ajuares de platería de las iglesias en la provincia de Alicante


CAÑESTRO DONOSO, A., “Antiguos ajuares de platería en las iglesias de la provincia de Alicante”, El SALT nº 22. Revista del Instituto Alicantino de Cultura Juan Gil-Albert. ISSN nº 1697-6800. Alicante, 2010, pp. 28-31.

ANTIGUOS AJUARES DE PLATERÍA DE LAS IGLESIAS EN LA PROVINCIA DE ALICANTE

 
Alejandro Cañestro Donoso

 
            La provincia de Alicante, cuya extensión territorial coincide casi plenamente con el antiguo obispado de Orihuela, cuenta con un relevante patrimonio religioso, especialmente sus iglesias, que suponen en su significación e importancia un testimonio fundamental de la historia de la citada diócesis. Y las iglesias y otros grandes templos (como la Catedral, es decir, la sede única del Obispo hasta 1959) se fueron enriqueciendo con nutridos ajuares de platería, aunque hoy aparezcan muy mermados. Nada se conserva de la platería medieval y pocas piezas hay del siglo XVI: el auge de la platería en la diócesis de Orihuela vendrá en el Barroco y muy especialmente en el siglo XVIII, el gran siglo de la platería y de todo el arte levantino.
 
 
Cáliz de Jueves Santo, último tercio del siglo XVIII (iglesia de San Juan Bautista, San Juan de Alicante)


Copón de la Consagración, 1784 (Basílica de Santa María de Elche)
 

 
Portapaz, siglo XVII (Concatedral de San Nicolás de Alicante)

 
Corona imperial, 1780 (Basílica de Santa María de Elche)

 
Custodia del Corpus, 1714 (Catedral de Orihuela)
 
Candelero, ca. 1770 (Concatedral de San Nicolás de Alicante)

            Pero el panorama de la platería en la provincia de Alicante apenas ha sido puesto de relieve al carecer de estudios sistemáticos y científicos, pues únicamente se han hecho aportaciones aisladas (caso de la platería barroca de San Nicolás, fichas de catálogo, platería de Torrevieja, etc.). No obstante la ausencia de investigaciones, puede adelantarse que el obispado orcelitano fue un centro de importancia, llegando a tener obradores diferentes poblaciones, como Orihuela, Alicante o Elche, pues se ha documentado la existencia y el trabajo de muchas familias de plateros en los mencionados municipios en el siglo XVII y XVIII. Desde luego, uno de los principales escenarios de esas platerías fueron la Catedral del Salvador (Orihuela) y la Concatedral de San Nicolás (Alicante), precisamente por su rango y por ser las primeras iglesias de una diócesis, por lo que acapararon mucho de lo mejor producido en los diversos obradores de platería, cuando no se trajo obra de otros reputados talleres, sobre todo de Valencia.

            Los inventarios y la documentación pastoral refrendan la totalidad de los ajuares en las iglesias. Sin embargo, ha desaparecido la mayor parte de su platería antigua por varias circunstancias (cabe mencionar la Guerra de la Sucesión a inicios del siglo XVIII, la de la Independencia en el XIX y ya, en el siglo XX, la Civil española, además de expolios y robos). El presente texto pretende resaltar la importancia de los ajuares de platería, siempre en aras de la magnificencia del culto, desde una triple vertiente: las piezas destinadas al adorno de la Liturgia, las de las procesiones y la platería concebida como ornato de las imágenes de culto, poniendo ejemplos reales existentes en iglesias de nuestra diócesis.

            Ciertamente, el ambiente anterior al siglo XVII resulta difícil de precisar, ya que falta tanto la obra que hubo de hacerse en tiempos de la Edad Media o del primer Renacimiento así como el testimonio documental de la misma. Por tanto, habrá que centrarse en el desarrollo habido a partir de entonces, particularmente en el Barroco, que, como se indicaba, representó una gran etapa para las iglesias, marcadas por el importante impacto de la Contrarreforma, que en este obispado adquirió un carácter verdaderamente ejemplar.

            La zona del presbiterio era donde más presente se hacía la platería, llegando a montarse auténticos escaparates en fiestas destacadas y solemnidades, como en los Monumentos de Jueves Santo, en cuyo centro se instalaba un arca de plata que venía a simbolizar el sepulcro de Cristo. Pero la platería también se pensaba para los ritos y cultos diarios. Conviene destacar que hasta el Concilio de Trento, dicha platería se reservaba únicamente para aquellas piezas que estaban en contacto directo con el Cuerpo y la Sangre de Jesús, es decir, cáliz, patena, copón y viril. A partir de la Contrarreforma, la platería se extiende a la totalidad de la iglesia, desde la misma mesa del sacrificio, que en ocasiones aparece adornada con un bello frontal de plata, como en la catedral de Orihuela, labrado por Antonio Grau y Picard en 1763 con una iconografía alusiva al titular de dicho templo, pudiendo ser un trasunto en menor tamaño del retablo principal.

            Y esa mesa de altar se veía adornada por juegos de candeleros, bujías, hachones y otras piezas de luz que contribuían a iluminar el sagrado recinto. Se conservan en la concatedral de San Nicolás de Alicante un juego, aunque incompleto, de candeleros que en 1772 labró el valenciano Bernardo Quinzá. Además, se solía disponer una cruz de altar, de cara al celebrante como la existente en la misma catedral oriolana, hecha por el valenciano Ignacio Llansol hacia 1746, uno de los primeros ejemplos del Rococó levantino y que contiene una escogida iconografía en el pie: las palabras de la Consagración, la imagen del Salvador (titular de la catedral) y un ramo de azucenas (en alusión a María, cotitular de dicho templo). También se incorporaba con frecuencia a las mesas un atril para sostener los libros rituales.

            Sin duda, la pieza que mejor acusará las influencias de la Contrarreforma será la custodia u ostensorio, precisamente por ser el receptáculo del Cuerpo de Cristo en el misterio de la Transubstanciación. Hay custodias en todas las iglesias de la diócesis, aunque conviene hacer una doble diferencia: por un lado, las custodias portátiles o expositores, como la de la iglesia del Salvador de Muchamiel, procedente de taller valenciano y fechada en torno al último tercio del siglo XVI; y por otro lado, las custodias procesionales (también llamadas de andas) utilizadas en la festividad del Corpus Christi, caso de la custodia de la catedral de Orihuela, obra del platero Juan Antonio Domínguez (1717) aunque ayudado por Pablo Serrano y Fernando Martínez. La posesión de estas custodias quedaba limitada a las grandes iglesias, de donde partían los desfiles, aunque hubo iglesias que tenían custodias para sus procesiones en la Octava.

            La Liturgia propició que los vasos sagrados se ejecutaran en plata y puede verse cómo una pieza tan práctica como es el cáliz, concebido para albergar la simbólica Sangre de Cristo, tiene un desarrollo artístico tan importante, con diversas secuencias e hitos. En ocasiones se recurre a talleres italianos, como es el cáliz romano de la catedral oriolana (labrado por el platero Zapatti en 1791), aunque lo usual es que se demande la platería a centros más cercanos, y valga como ejemplo el cáliz de la iglesia de Sant Joan d’Alacant, de taller valenciano. Estos cálices exigieron, como es lógico, el pertinente juego de vinajeras con salvilla. Y si el cáliz es una pieza práctica, no menos lo son los copones, destinados a acoger al Cuerpo de Cristo. Dos de las mejores piezas de nuestra diócesis están representadas por los copones de Fernando Martínez que se conservan en la catedral de Orihuela en la Basílica de Santa María de Elche, de un gusto neoclásico sin dejar de lado los últimos repertorios barrocos.

            Antes de la ceremonia de la Consagración, el celebrante instaba a los presentes al rito de darse la paz, para lo que se empleaba una suerte de pequeño retablo en plata, cuyo edículo principal albergaba una iconografía relacionada con la advocación del templo. Estas piezas, denominadas paces o portapaces, han desaparecido de los ajuares parroquiales, aunque sobreviven algunos ejemplos interesantes, como los conocidos en la iglesia de la Asunción (Sax) o en la propia San Nicolás (Alicante).Además, para que el celebrante no olvidase las palabras de la Consagración se idearon las llamadas sacras, unas cartelas de plata en cuyo interior se albergaban tres textos (el inicio del Evangelio según San Juan, las palabras del lavabo y las de la misma Consagración). Estas sacras, de la misma forma que los portapaces, han desaparecido de los cultos, aunque han restado dignos juegos, como los dos conservados en San Nicolás (Alicante), de estirpe valenciana.

            Otras piezas de plata que adornaban los rituales son las crismeras o las conchas de plata para bautizar. Incluso en el mismo presbiterio se depositaban relicarios, aunque lo usual era guardarlos en las sacristías; dichos relicarios remarcaban el carácter sacro del recinto, siempre con envoltorios más o menos complicados de plata. A nuestros días han llegado los relicarios de San Nicolás y San Roque (concatedral de Alicante) o un bellísimo relicario del Lignum Crucis, perteneciente a la escuela veneciana y datado en el primer cuarto del siglo XIV (parroquia del Salvador, Elche). El adorno de la zona circundante al Altar mayor se completaba con las lámparas de plata.

            En cuanto a las piezas de platería destinadas a las procesiones y otros actos fuera del templo, cabe destacar la cruz, que era la encargada de abrir los cortejos flanqueada de dos ciriales portados por acólitos. Hay muchas cruces interesantes en las iglesias alicantinas, aunque por su importancia destaca la denominada Cruz de los Beneficiados, conservada en la catedral de Orihuela y labrada por los plateros Miguel de Vera y Hércules Gargano a finales del siglo XVI con toda una iconografía alusiva a los diversos santos locales y los patronos catedralicios.

            Dos piezas de platería interesantes son los incensarios y las navetas. Los primeros se emplean para purificar el aire y denotar la presencia divina, costando de dos partes (brasero, donde se depositan los carbones, y el cuerpo del humo). Por su parte, la naveta, también llamada barqueta, contenía el incienso y se configura como un cuerpo horizontal sobre un pie y doble tapadera. En la concatedral de Alicante existe un magnífico incensario del siglo XVIII, de la misma forma que en la iglesia de Santiago (Albatera) puede contemplarse un espléndido ejemplo de naveta del primer tercio del Setecientos.

            No quedaría completa esta aproximación a los ajuares de platería de las iglesias de nuestra provincia si no se contemplase el importante capítulo del exorno de la imagen de culto. La mayoría de las tallas van tocadas por coronas, nimbos, aureolas, potencias, puñales, aunque también incorporan otras joyas de pecho y sortijas. Resulta paradigmática, en este sentido, la corona que el insigne Obispo Tormo regalase a la Virgen de la Asunción de Elche hacia 1780, salida del taller del valenciano Fernando Martínez, platero predilecto de Tormo, constituyendo un esplendoroso ejemplar de corona imperial compuesto de canasto y ráfaga y adornado de medallones con representaciones de la coronación de María.

            En síntesis, puede decirse que la platería desempeñó un papel muy importante dentro de las iglesias de nuestra provincia, el cual conviene desentrañar mediante estudios profundos que le devuelvan a la platería el rango artístico que tuvo en otros tiempos.

 

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