CAÑESTRO DONOSO, A., “La
Semana Santa y lo suntuario: la cruz de la Cofradía del Ecce Homo de
Orihuela”, Oleza. Orihuela, 2011, pp.
48-52. D.L. A-213-2010.
la cruz de la Cofradía del Ecce Homo de
Orihuela.
Alejandro
Cañestro Donoso
Varias son las formas de abrir un
cortejo procesional pero en todas ellas tiene gran protagonismo la cruz de guía[1], una
de las insignias de las Cofradías de Semana Santa y que viene a constituir la
imagen de la misma hermandad e, incluso, del templo del que parte la procesión,
pues en otros tiempos se empleaba como cruz de guía la cruz parroquial[2].
Estas insignias han supuesto y suponen un interesante campo para el estudio de
la orfebrería contemporánea ya que constituyen importantes hitos tangibles
dentro del patrimonio de las cofradías penitenciales[3], como
es el caso de la cruz de la
Cofradía del Ecce Homo de la ciudad de Orihuela, un ejemplo
representativo de todo ello.
La pieza objeto de este texto fue
concebida, aunque en principio se pensó en adquirir un estandarte, como una
cruz de guía con unas determinadas características. Asimismo, a la faceta de ser
una cruz de guía se le unía primigeniamente la función de ser un relicario de
los llamados Lignum Crucis, pues
albergaría en una pequeña cápsula –el vaso- situada en el brazo vertical
algunas astillas de la Vera Cruz
de Cristo. Y aunque esa vertiente funcional de la cruz no se llegó a cumplir,
no deja de ser un objeto realmente maravilloso que viene a aumentar de una
forma considerable los bienes de la
Cofradía del Ecce Homo de la ciudad de Orihuela.
El culto a las reliquias
es uno de los fenómenos devocionales más llamativos y singulares de la religión
católica, además de ser uno de los más polémicos. Desde los primeros tiempos de
la Iglesia ,
ésta fue cultivando y afianzando el culto a estos objetos tangibles, marcados
por lo maravilloso y lo sobrenatural hasta convertirlos en auténticas tablas de
salvación, es decir, una de las pocas evidencias sensoriales que se ofrecen al
hombre como prueba fehaciente de la materialidad y la presencia real en la Tierra de Cristo, la Virgen o los Santos. La
alta consideración de las reliquias llevó consigo que se custodiaran y
guardaran en exquisitos relicarios, delicados enmarques destinados a realzar el
valor y la belleza espiritual de las reliquias. En palabras del obispo
cartagenero Sancho Dávila, la reliquia debería ser mostrada siempre “en los más
ricos y hermosos vasos y se procure colocarlas en lugares muy decentes con que
más pueda dar a entender la gran religión con que son tratadas”[4].
En 1952[5] se encarga una cruz de guía
“toda ella de madera de raíz de enebro con aplicaciones de plata cincelada
repujada”[6] a uno
de los talleres con más clientela en la posguerra: la casa Orrico, una fábrica
de platería con numerosa producción en esta zona del Levante español y que
precisamente era la responsable asimismo de la ejecución del trono de esta
Cofradía. El resultado, más que digno de encomio, costó un total de 10.000
pesetas, siendo recibida la cruz en la ciudad oriolana el 24 de febrero de 1953.
En principio, esta esbelta pieza iba
flanqueada por dos porteadores pero años más tarde se transformó el conjunto
para ser llevado por cuatro personas, tal y como queda en la actualidad,
incorporándose de esa forma dos brazos que quedan unidos al travesaño vertical
de la cruz por una suerte de malla tupida basada en representaciones de índole
vegetal aunque con una carnosidad y una corporeidad que no son propias del
Neoclasicismo. Con todo, no ha sido ese el único cambio que ha padecido la cruz
objeto de este estudio pues el escudo inicial que se ubicaba en el cuadrón, es
decir, en la confluencia de los brazos horizontal y vertical, era el primitivo
de la Cofradía
(una corona de espinas y una caña en diagonal, adornado con una soga, dibujado
en 1940 por Francisco Giménez Mateo), que se vio sustituido en 1959 -al cambiar
la forma de portarse- por el escudo diseñado en 1952 por Fernando Fenoll, más
complicado y efectista al configurarse mediante una corona de espinas dorada
sobre la que se posa una cruz florenzada de terminaciones amplias y de cuyo
centro parten de forma simétrica en diagonal una caña y una soga, instrumentos
de la Pasión o
Arma Christi. Estos detalles son,
junto con la cápsula vacía para la reliquia, los únicos elementos en plata
sobredorada del conjunto, que de esta manera se ven resaltados y sobresalen con
respecto al resto de elementos argénteos de la cruz.
Unas exquisitas proporciones, cuyo
estudio indica que están basadas grosso
modo en la dupla (1:2) y la sesquiáltera (2:3), resumen la perfección de
esta pieza en la que contrasta de una forma delicada la madera con las aplicaciones
metálicas en plata. La cruz no sigue el esquema habitual de la tipología de
cruces latinas al incorporar, partiendo de su cuadrón, un cuadrado calado
inscrito en un círculo, elementos que aluden muy directamente a Dios por ser
las formas geométricas más perfectas, transmitiendo la cruz por tanto la idea
de perfección unida a la de Dios en mística e idónea conjunción.
Sin duda, lo más interesante de esta
pieza es su cuidada ornamentación, que podría clasificarse dentro de dos
estilos claramente diferenciados: el neogótico, reservado a la crestería del
cuadrado inscrito en el círculo, y el neoclásico, cuyo repertorio decorativo
inunda la totalidad de la pieza. Los elementos clasicistas pueden agruparse en
varias tipologías: jarrones, hojarasca, roleos, palmetas carnosas, cartelas,
rombos, ramos de flores, hojas de acanto y otras formas con terminaciones
aveneradas. Todo ello remite muy directamente al mundo clásico, más
concretamente a la recuperación de las formas greco-latinas que impera en los
años finales del siglo XVIII e inicios del siglo XIX, dentro del estilo llamado
Neoclasicismo. La misma pureza de las proporciones y de los elementos escogidos
para configurar la cruz queda patente en la decoración, lo que hace de ella una
pieza exquisita y de buen gusto. La variedad de estilos artísticos –neogótico y
neoclásico– patentiza el eclecticismo estético que dominaba durante la
posguerra, aunque lo cierto es que no se deja ver en esta cruz el estilo
oficial de la autarquía (el Barroco), que en este caso es desechado para
adoptar con una soltura y una fluidez dignas de mención los registros
estilísticos ya mencionados sin que ello suponga un retroceso artístico ni una
caducidad de los gustos.
En suma, cabe decir que esta cruz
representa en sí misma la imagen que la Cofradía del Ecce Homo transmite a la ciudad de
Orihuela y podría decirse de ella que es prácticamente una pieza perfecta no
sólo por sus cuidadas proporciones sino también por su escogido repertorio
decorativo, lo que hace de ella un interesante bien patrimonial que conviene
dar a conocer.
[1]
Agradezco encarecidamente al Dr. D. Antonio Luis Galiano la confianza
depositada para llevar a cabo un breve estudio de esta pieza relevante dentro
del patrimonio de las Cofradías de Orihuela.
[2] Un
ejemplo, aunque ajeno a la ciudad de Orihuela, de cruz parroquial utilizada
como cruz de guía es la espléndida pieza que labrase el platero genovés
Hércules Gargano en 1600 para el templo de El Salvador de Elche y que fue
empleada hasta hace pocos años como insignia de las procesiones (ver al
respecto CAÑESTRO DONOSO, Alejandro, Gloria
pretérita. La parroquia de El Salvador de Elche. Elche, 2011, pp.
169-180).
[3]
Varias son las tipologías de cruces guía que se han fabricado en el siglo XX:
madera noble con aplicaciones de plata, carey con aplicaciones de plata o
enteramente de plata (Cfr. SANZ, María Jesús, “La renovación de la orfebrería
religiosa en el siglo XX”, en RIVAS CARMONA, Jesús (coor.), Estudios de Platería. San Eloy 2006.
Murcia, 2006, p. 691). Al respecto, también puede verse CAÑESTRO DONOSO,
Alejandro, “Algunas consideraciones sobre el arte de la platería y su presencia
en la Semana Santa
española”, en Elche. Semana Santa 2010.
Elche, 2010, p. 105.
[4]
DÁVILA TOLEDO, Sancho, Libro I, Cap. II, p. 11, citado en PÉREZ SÁNCHEZ,
Manuel, “Arcas de prodigio (a propósito de tres relicarios de plata de la Catedral de Murcia)”, Imafronte nº 14. Murcia, 1998-1999, p.
196.
[5]
GALIANO PÉREZ, Antonio Luis, "Aproximación de la Cofradía del Ecce-Homo a
la historia de la Semana Santa
oriolana", en Cofradía Ecce-Homo.
Orihuela, 50 Aniversario. 1940-1990. Orihuela, 1990, s.p.
[6] Idem.
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