viernes, 29 de marzo de 2013

La Semana Santa y lo suntuario: la cruz de la Cofradía del Ecce Homo de Orihuela


CAÑESTRO DONOSO, A., “La Semana Santa y lo suntuario: la cruz de la Cofradía del Ecce Homo de Orihuela”, Oleza. Orihuela, 2011, pp. 48-52. D.L. A-213-2010.

La Semana Santa y lo suntuario:
la cruz de la Cofradía del Ecce Homo de Orihuela.
Alejandro Cañestro Donoso
 
 
            Varias son las formas de abrir un cortejo procesional pero en todas ellas tiene gran protagonismo la cruz de guía[1], una de las insignias de las Cofradías de Semana Santa y que viene a constituir la imagen de la misma hermandad e, incluso, del templo del que parte la procesión, pues en otros tiempos se empleaba como cruz de guía la cruz parroquial[2]. Estas insignias han supuesto y suponen un interesante campo para el estudio de la orfebrería contemporánea ya que constituyen importantes hitos tangibles dentro del patrimonio de las cofradías penitenciales[3], como es el caso de la cruz de la Cofradía del Ecce Homo de la ciudad de Orihuela, un ejemplo representativo de todo ello.       
 
            La pieza objeto de este texto fue concebida, aunque en principio se pensó en adquirir un estandarte, como una cruz de guía con unas determinadas características. Asimismo, a la faceta de ser una cruz de guía se le unía primigeniamente la función de ser un relicario de los llamados Lignum Crucis, pues albergaría en una pequeña cápsula –el vaso- situada en el brazo vertical algunas astillas de la Vera Cruz de Cristo. Y aunque esa vertiente funcional de la cruz no se llegó a cumplir, no deja de ser un objeto realmente maravilloso que viene a aumentar de una forma considerable los bienes de la Cofradía del Ecce Homo de la ciudad de Orihuela.
 
            El culto a las reliquias es uno de los fenómenos devocionales más llamativos y singulares de la religión católica, además de ser uno de los más polémicos. Desde los primeros tiempos de la Iglesia, ésta fue cultivando y afianzando el culto a estos objetos tangibles, marcados por lo maravilloso y lo sobrenatural hasta convertirlos en auténticas tablas de salvación, es decir, una de las pocas evidencias sensoriales que se ofrecen al hombre como prueba fehaciente de la materialidad y la presencia real en la Tierra de Cristo, la Virgen o los Santos. La alta consideración de las reliquias llevó consigo que se custodiaran y guardaran en exquisitos relicarios, delicados enmarques destinados a realzar el valor y la belleza espiritual de las reliquias. En palabras del obispo cartagenero Sancho Dávila, la reliquia debería ser mostrada siempre “en los más ricos y hermosos vasos y se procure colocarlas en lugares muy decentes con que más pueda dar a entender la gran religión con que son tratadas”[4].
 
En 1952[5] se encarga una cruz de guía “toda ella de madera de raíz de enebro con aplicaciones de plata cincelada repujada”[6] a uno de los talleres con más clientela en la posguerra: la casa Orrico, una fábrica de platería con numerosa producción en esta zona del Levante español y que precisamente era la responsable asimismo de la ejecución del trono de esta Cofradía. El resultado, más que digno de encomio, costó un total de 10.000 pesetas, siendo recibida la cruz en la ciudad oriolana el 24 de febrero de 1953.
 
            En principio, esta esbelta pieza iba flanqueada por dos porteadores pero años más tarde se transformó el conjunto para ser llevado por cuatro personas, tal y como queda en la actualidad, incorporándose de esa forma dos brazos que quedan unidos al travesaño vertical de la cruz por una suerte de malla tupida basada en representaciones de índole vegetal aunque con una carnosidad y una corporeidad que no son propias del Neoclasicismo. Con todo, no ha sido ese el único cambio que ha padecido la cruz objeto de este estudio pues el escudo inicial que se ubicaba en el cuadrón, es decir, en la confluencia de los brazos horizontal y vertical, era el primitivo de la Cofradía (una corona de espinas y una caña en diagonal, adornado con una soga, dibujado en 1940 por Francisco Giménez Mateo), que se vio sustituido en 1959 -al cambiar la forma de portarse- por el escudo diseñado en 1952 por Fernando Fenoll, más complicado y efectista al configurarse mediante una corona de espinas dorada sobre la que se posa una cruz florenzada de terminaciones amplias y de cuyo centro parten de forma simétrica en diagonal una caña y una soga, instrumentos de la Pasión o Arma Christi. Estos detalles son, junto con la cápsula vacía para la reliquia, los únicos elementos en plata sobredorada del conjunto, que de esta manera se ven resaltados y sobresalen con respecto al resto de elementos argénteos de la cruz.
 



            Unas exquisitas proporciones, cuyo estudio indica que están basadas grosso modo en la dupla (1:2) y la sesquiáltera (2:3), resumen la perfección de esta pieza en la que contrasta de una forma delicada la madera con las aplicaciones metálicas en plata. La cruz no sigue el esquema habitual de la tipología de cruces latinas al incorporar, partiendo de su cuadrón, un cuadrado calado inscrito en un círculo, elementos que aluden muy directamente a Dios por ser las formas geométricas más perfectas, transmitiendo la cruz por tanto la idea de perfección unida a la de Dios en mística e idónea conjunción.
 
            Sin duda, lo más interesante de esta pieza es su cuidada ornamentación, que podría clasificarse dentro de dos estilos claramente diferenciados: el neogótico, reservado a la crestería del cuadrado inscrito en el círculo, y el neoclásico, cuyo repertorio decorativo inunda la totalidad de la pieza. Los elementos clasicistas pueden agruparse en varias tipologías: jarrones, hojarasca, roleos, palmetas carnosas, cartelas, rombos, ramos de flores, hojas de acanto y otras formas con terminaciones aveneradas. Todo ello remite muy directamente al mundo clásico, más concretamente a la recuperación de las formas greco-latinas que impera en los años finales del siglo XVIII e inicios del siglo XIX, dentro del estilo llamado Neoclasicismo. La misma pureza de las proporciones y de los elementos escogidos para configurar la cruz queda patente en la decoración, lo que hace de ella una pieza exquisita y de buen gusto. La variedad de estilos artísticos –neogótico y neoclásico– patentiza el eclecticismo estético que dominaba durante la posguerra, aunque lo cierto es que no se deja ver en esta cruz el estilo oficial de la autarquía (el Barroco), que en este caso es desechado para adoptar con una soltura y una fluidez dignas de mención los registros estilísticos ya mencionados sin que ello suponga un retroceso artístico ni una caducidad de los gustos.
 
            En suma, cabe decir que esta cruz representa en sí misma la imagen que la Cofradía del Ecce Homo transmite a la ciudad de Orihuela y podría decirse de ella que es prácticamente una pieza perfecta no sólo por sus cuidadas proporciones sino también por su escogido repertorio decorativo, lo que hace de ella un interesante bien patrimonial que conviene dar a conocer.
 


[1] Agradezco encarecidamente al Dr. D. Antonio Luis Galiano la confianza depositada para llevar a cabo un breve estudio de esta pieza relevante dentro del patrimonio de las Cofradías de Orihuela.
[2] Un ejemplo, aunque ajeno a la ciudad de Orihuela, de cruz parroquial utilizada como cruz de guía es la espléndida pieza que labrase el platero genovés Hércules Gargano en 1600 para el templo de El Salvador de Elche y que fue empleada hasta hace pocos años como insignia de las procesiones (ver al respecto CAÑESTRO DONOSO, Alejandro, Gloria pretérita. La parroquia de El Salvador de Elche. Elche, 2011, pp. 169-180). 
[3] Varias son las tipologías de cruces guía que se han fabricado en el siglo XX: madera noble con aplicaciones de plata, carey con aplicaciones de plata o enteramente de plata (Cfr. SANZ, María Jesús, “La renovación de la orfebrería religiosa en el siglo XX”, en RIVAS CARMONA, Jesús (coor.), Estudios de Platería. San Eloy 2006. Murcia, 2006, p. 691). Al respecto, también puede verse CAÑESTRO DONOSO, Alejandro, “Algunas consideraciones sobre el arte de la platería y su presencia en la Semana Santa española”, en Elche. Semana Santa 2010. Elche, 2010, p. 105.
[4] DÁVILA TOLEDO, Sancho, Libro I, Cap. II, p. 11, citado en PÉREZ SÁNCHEZ, Manuel, “Arcas de prodigio (a propósito de tres relicarios de plata de la Catedral de Murcia)”, Imafronte nº 14. Murcia, 1998-1999, p. 196.
[5] GALIANO PÉREZ, Antonio Luis, "Aproximación de la Cofradía del Ecce-Homo a la historia de la Semana Santa oriolana", en Cofradía Ecce-Homo. Orihuela, 50 Aniversario. 1940-1990. Orihuela, 1990, s.p.
[6] Idem.

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