miércoles, 3 de abril de 2013

El impacto de la Contrarreforma en tierras alicantinas: 1564-1767

Este artículo fue publicado en:


CAÑESTRO DONOSO, A., “El impacto de la Contrarreforma en tierras alicantinas: 1564-1767”, El SALT. Revista del Instituto Alicantino de Cultura Juan Gil-Albert, nº 25. Alicante: Instituto Alicantino de Cultura “Juan Gil-Albert”, 2011, pp. 36-37. ISSN 1697-6800.


El impacto de la Contrarreforma en tierras alicantinas:
1564-1767

Alejandro Cañestro Donoso

A mediados del siglo xvi tendrán lugar dos acontecimientos relevantes para el posterior desarrollo religioso de la Iglesia en general y de la antigua Gobernación de Orihuela en particular: en primer lugar, la celebración de 1545 a 1563 del Concilio de Trento, quizá como respuesta a las 95 tesis de Martín Lutero o más bien como una reforma de la misma Iglesia católica, tan dañada desde hacía varios siglos, necesitada de una actualización y, lo que sería más importante, una adaptación de la institución religiosa a la nueva mentalidad del hombre del siglo xvi, lejos ya de las pretensiones medievales. Por otro lado, en 1564, y casualmente al compás de la Contrarreforma, nace la diócesis de Orihuela al disgregarse de la de Cartagena, bajo el reinado de Felipe ii, tan proclive a la reorganización del panorama eclesiástico hispánico; por tanto, el marco geográfico de este presente texto queda definido en la diócesis de Orihuela, casi coincidiendo plenamente con la totalidad de la provincia de Alicante. El eje temporal se inicia de esta forma con el surgimiento de la diócesis y finaliza con el ascenso en 1767 a la silla episcopal del primer obispo ilustrado, D. Josef Tormo y Juliá, quien ya introduce unos ideales renovados, que pueden verse en su personal preocupación por dotar a los pueblos de su obispado de todo lo necesario para una vida más cómoda y confortable, sin descuidar la faceta religiosa y pastoral.

A lo largo de veinticinco sesiones y de tres papados diferentes se celebró en la pequeña población de Trento, en los Alpes, un concilio ecuménico con la presencia de todos los representantes de la Iglesia Católica, con la intención de que renaciera “la luz de la verdad católica, con el favor de Jesucristo, que es la verdadera luz, así como el candor y la pureza, y que se reformen las cosas que necesitan de reforma” (sesión ii). A menudo, como se indicaba anteriormente, ha surgido el debate de la concepción del Concilio tridentino como rechazo de la Reforma luterana o como una auténtica reforma del Cristianismo, decantándose muchos teólogos e historiadores por esta segunda opción, pues la Iglesia de Occidente vivió un verdadero renacer religioso, dando lugar entonces a la también llamada Reforma católica.

 Todos los acuerdos tomados por los padres de la Iglesia fueron recogidos por escrito con una estructura muy clara y didáctica, configurada a través de capítulos, cánones y decretos sobre la reforma, evidenciándose de esta manera que era deseo del Concilio la renovación de los aspectos fundamentales de la doctrina emanada de Roma. Así pues, se pusieron de manifiesto las intenciones relativas a la reforma del Clero, especialmente con la creación de seminarios, aunque en Orihuela no se erigirá hasta bien entrado el siglo xviii, con la rectificación de determinadas actitudes por parte de los religiosos y con el auge de las órdenes, que vivirán a partir de este momento un periodo de esplendor inusitado, sobre todo los jesuitas, algo que se materializará en la erección de más y más conventos o en la adecuación de los ya existentes, estableciéndose una tipología para sus iglesias, que debían ser de planta de salón, la más funcional de todas las plantas. La Misa, que queda definida como sacrificio y sacramento por el Concilio, también fue objeto de diversas consideraciones, propiciando su realce que se efectuaran las ceremonias con luces, inciensos y ornamentos “con el fin de recomendar por este medio la majestad de tan grande sacrificio y excitar los ánimos de los fieles por estas señales visibles de religión y piedad a la contemplación de los altísimos misterios, que están ocultos en este sacrificio” (sesión xxii), algo que se pone en total relación con la escenografía y la teatralidad tan del gusto del Barroco, que podría verse justificada e iniciada en este decreto. Lógicamente, todo ello tuvo su paralelismo en la recién creada diócesis de Orihuela, como se constata en las próximas líneas. Además, también se regula el régimen de las visitas a las parroquias así como los sínodos, que en esta diócesis tendrán una correspondencia inmediata, pues en la temprana fecha de 1569, tan sólo cinco años después de proclamar el nuevo obispado, Gregorio Gallo convoca el primer Sínodo, al que le seguirán otros dos, en 1600 y en 1663, respectivamente, que acusan de una manera directa y notoria el impacto de la Contrarreforma.

 La puesta al día de la Iglesia de Roma se hizo tangible asimismo en la erección de nuevas parroquias, ya con una imagen renovada, que se propugna desde la misma diócesis, al adaptarse ésta a las nuevas corrientes contrarreformistas. Muchos son los templos que desde los inicios del siglo xvi, en la llamada Prerreforma católica, se levantan en la demarcación oriolana, pero también ocurre el fenómeno de la adecuación de las viejas parroquias al lenguaje tridentino, que de esta forma se ven mejoradas y completadas, en ocasiones con suntuosos complementos como las rejas, caso de la Catedral de Orihuela, o con nuevas portadas que incorporan ya los ideales del Barroco, auténtico estilo de la Contrarreforma. Si hay un templo que acusa de manera evidente los postulados contrarreformistas es la antigua colegiata, hoy Concatedral, de San Nicolás de Alicante, pues en ella se ponen de manifiesto los valores del nuevo estilo y la concepción tan particular del espacio, es decir, una gran nave central con capillas laterales y girola, imitando el modelo impuesto años antes en la Catedral de Valencia, además de unas portadas típicas seiscentistas que ejercerán influencia en toda la demarcación alicantina. Con todo, no queda ahí la importante aportación del arte barroco a la diócesis oriolana, sino que, de la misma manera, a partir de Trento se adecuan y dignifican los ajuares, viéndose renovados los tesoros medievales, que se ven aumentados y, en ocasiones, sustituidos por otras piezas más acordes con los gustos contrarreformistas, adquiriendo los templos unas espléndidas piezas de plata, como la cruz parroquial de Santa María de Elche fechada hacia mediados del xvii.

 Sin duda, una gran importancia recaerá en los programas que auspicia el Concilio de Trento, basados en tres grandes pilares. El primero de ellos es la Eucaristía, que sufrirá una necesaria actualización y, en consecuencia, un inesperado protagonismo que se efectuará no sólo en las ceremonias litúrgicas sino también en la promoción y el uso del arte destinado a la exaltación de tal Sacramento, ya que sean capillas, sagrarios, tabernáculos –caso del marmóreo templete de Santa María de Elche, levantado en los años centrales del setecientos que recuerda las láminas de Galli Bibiena y el templete de El Escorial– o custodias, con toda una serie de realizaciones en este sentido con la que se demuestra el carácter verdaderamente ejemplar con que fueron recibidas las disposiciones de Trento, sin olvidar el capítulo de la celebración del Corpus Christi. A estos actos deben sumarse otras solemnidades que reflejan de forma notoria el relevante papel de la devoción, que se patentiza en la Semana Santa y otras festividades, caso de la Santa Faz en Alicante o de la Virgen de Loreto en Muchamiel. También conviene tener en cuenta que, aunque el Concilio de Trento suprime todos los actos teatrales en el interior de las iglesias, el Misterio de Elche siguió representándose merced a una bula del papa Urbano viii. Este Misterio se verá asimismo seriamente influido por el movimiento contrarreformista en sus cantos y en sus acciones dramáticas y escenográficas, que nuevamente vienen a demostrar el carácter efectista del Barroco.

 Otra de las devociones que promovió Trento fue el culto a la Virgen, como redentora, y a los santos, desechando la creencia aniconista, pues mediante las imágenes se podía acceder directamente a la divinidad o, lo que es lo mismo, que la divinidad participaba de las tallas, sirviendo principalmente para orientar la fe. Se busca un mayor realismo pero también tienen mucho que ver el teatro y las tramoyas, pues el Barroco despliega su fantasía en un intento de mostrar un mundo de ilusión que permita evadir la mente humana de este mundo terrenal y la traslade a otro más metafísico. Es el momento de los retablos de orden único y monumental, que incorporan camarines en sus edículos principales. La Contrarreforma también propició el culto a los santos y a sus reliquias, por lo que se vive a partir de entonces un fenómeno, con respecto a los restos materiales de los santos, que no tiene parangón, fomentándose así la realización de relicarios, rutas de reliquias y capillas consagradas a los santos.

Pero todo ello no debería ser considerado como una obra anónima, pues muchos y muy reputados son los artistas que trabajan en la diócesis desde los inicios del siglo xvi hasta el final del episcopado de Juan Elías Gómez de Terán, último obispo contrarreformista. No sólo arquitectos sino también escultores, pintores, maestros rejeros y plateros, consiguiendo que el arte en la diócesis orcelitana alcanzara verdaderos hitos. Mención aparte merecen, sin duda, los frailes arquitectos, también presentes en esta diócesis y responsables de obras de gran envergadura.

 
 
01.  Capilla mayor y tabernáculo de la Basílica de Santa María de Elche.
 
01.  Fachada de la Concatedral de San Nicolás de Alicante.
Cruz parroquial de plata de la Basílica de Santa María de Elche.
En suma, cabe indicar que el impacto que tuvo la Contrarreforma en tierras alicantinas, tanto al compás del surgimiento de la diócesis como en su posterior desarrollo, fue ejemplar teniendo su repercusión más directa y notoria en los tres sínodos convocados en menos de un siglo con el fin de estructurar la nueva situación religiosa y su correspondiente mantenimiento, siempre mirando a Trento e inaugurando una nueva concepción no sólo del ceremonial litúrgico y otros aspectos eclesiásticos sino, y lo que es más importante, también del espacio sagrado y todos sus elementos de aderezo, que se ven renovados con este importante resalte de los cultos que tiene lugar desde el Concilio tridentino.  

 

 

 

 

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