sábado, 30 de marzo de 2013

Aportaciones documentales al patrimonio textil de la Basílica de Santa María de Elche

Este artículo ha sido publicado en:
 
CAÑESTRO DONOSO, A., “Aportaciones documentales al patrimonio textil de la Basílica de Santa María de Elche”, Imafronte nº 19-20. Murcia: Universidad de Murcia, 2010-2011, pp. 33-44. ISSN: 0212-392-X.
Aportaciones documentales al patrimonio textil de la Basílica de Santa María de Elche.
Alejandro Cañestro Donoso


Las parroquias de Santa María, el Salvador y San Juan Bautista de Elche, en consonancia con su importancia y significación histórica, tuvieron en otras épocas una gran cantidad de ornamentos litúrgicos que apenas han sido puestos de manifiesto. Si bien las dos primeras iglesias hunden sus raíces en la Edad Media (1264 y 1276 son sus respectivos años de fundación) no han llegado a nuestros días testimonios de textiles medievales ni renacentistas, aunque sí otros más tardíos. La tercera de las iglesias, la de San Juan Bautista, conserva una muestra discreta del arte textil del siglo XVII y otros siglos posteriores. Aquí se tratará principalmente del ornamento litúrgico de la Basílica de Santa María, que representa el más importante conjunto de la ciudad de Elche y que, por tanto, sigue manifestando la grandeza que llegaron a tener estos ajuares litúrgicos, a pesar de que el actual repertorio en nada se corresponde con lo que se alcanzó a atesorar en tiempos pasados.

El patrimonio textil, como ya se sabe, refleja de forma fiel su paralelismo y su protagonismo dentro de la propia historia de los templos, pudiendo decirse que los ornamentos están ligados a la historia de la parroquia, pues en épocas de penuria económica también se verán resentidos, mientras que en momentos de bonanza se producirá un auge especial de encargos, renovaciones y nuevas adquisiciones textiles. Así pues, existe un vacío de adquisiciones de ornamentos que se refleja en la documentación desde el último tercio del siglo XVII hasta los inicios del siglo XVIII, coincidiendo plenamente con las labores de reconstrucción de la parroquia, pues la fábrica renacentista comienza a provocar problemas de inundaciones. A estos momentos de carestía le sucederá una época de esplendor que tiene lugar en el siglo XVIII, el gran siglo no sólo de los ornamentos sino de todo el arte en el Levante español, quedando reflejado, como se verá más adelante, en los documentos y en las propias piezas.

Con todo, los ajuares fueron perdiendo piezas a lo largo de la dilatada historia de la parroquia. En esa merma pesaron mucho las guerras, como la de la Sucesión, la de la Independencia o la Guerra Civil, pues la parroquia fue incendiada la tarde del 20 de febrero de 1936, salvándose los ornamentos que estaban conservados en las cajoneras de la Sacristía y en la cámara del tesoro respectivamente, aunque se perdieran los revestimientos del presbiterio. A partir de la Guerra Civil se asistirá a un acelerado proceso de renovación y cambio de los ajuares, adquiriendo la fábrica piezas procedentes de talleres industriales, perdiéndose así el carácter artístico de las piezas. Las piezas conservadas quedan custodiadas como meras reliquias y su valor se ha resaltado al figurar algunas de ellas en las exposiciones auspiciadas por la Fundación La Luz de las Imágenes, en sus ediciones de Orihuela y Alicante. Dado su estado de conservación, las obras más antiguas se reservan sólo para determinadas solemnidades. Por otro lado, parte del ajuar de la Virgen se guarda asimismo en el Museo de la Virgen de la Asunción, en los bajos de la Basílica, sumándose también algunas piezas de pontifical que revisten interés, especialmente el terno donado por el Obispo Tormo.

En cuanto a la ubicación de los ornamentos, se hace obligada la mención a la magna cajonería del siglo XVIII que conserva la sacristía, siendo posible que se ejecutase en los primeros años de dicha centuria, aunque no se ha encontrado la noticia documental que lo justifique. Por otra parte, existe otra cajonera que procede de la fábrica renacentista, aunque rehecha posteriormente, con labor de taraceas y marqueterías, que remiten muy posiblemente al siglo XVI. A tal estancia se suma la denominada ‘cámara del tesoro’, anexa a la antigua Sala Capitular, en la planta superior de la misma iglesia, donde están expuestos algunos de los mantos con que se reviste la imagen de la Virgen de la Asunción y otras piezas que forman parte de su completo ajuar.

El presente artículo se ocupará del patrimonio textil de la parroquia mencionada, haciendo una distinción de las piezas según la función que desempeñasen originalmente e intentando reflejar, siempre a través de los documentos históricos, los textiles que estaban presentes en la iglesia, contemplando los ornamentos del presbiterio, de las capillas laterales y, por último, el importante ajuar de la Virgen, con nuevas aportaciones documentales, quedando pues para otra ocasión el estudio de las piezas de los pontificales.

Desde bien temprano, el testigo escrito refrenda una larga enumeración de piezas textiles que servían para el adorno del culto en la parroquia de Santa María. Tales inventarios constituyen toda una gran fuente de información para el estudio del ornamento litúrgico que en tiempos pretéritos hubo de tener la misma. En una primera aproximación, puede decirse que era la fábrica la que sufragaba los gastos del culto, pero tales textiles no siempre eran pagados con dinero procedente de la administración del templo, sino que se hacía también con los recursos provinentes de los platos de limosnas, de la renta de 2/3 del noveno diezmo de franco, de los derechos de sepultura y pavimento y, por último, de los arrendamientos, según se ha podido constatar. A todas estas fuentes de ingresos se deben sumar las aportaciones que la feligresía, unas veces más discretas y otras más ostentosas, ofrendaba a la parroquia. Se conoce, por ejemplo, la donación en 1717 de "dos manteles nuevos con encaje fino que dio Doña Francisca Llanos para Nuestra Señora", repitiéndose la acción en 1723. En el año 1732 Juan Vaillo de Llanos regala un "mantel nuevo para el Altar Mayor de lienzo fino guarnecido con encajes finos". Por otro lado, el ajuar de la Virgen fue incrementándose gracias a las aportaciones de numerosos ilicitanos, cuyas donaciones podían tener una doble finalidad: por una parte, la de expiar sus pecados; por otra parte, honrar a la Madre de Dios. Así pues, doña Salvadora Musoles de Ruiz ofrenda a la Patrona un "vestido de tela de Francia, todo matizado de seda de diferentes colores" en 1816 y doña Rafaela Juan de Soler hace lo propio con una "cubierta de cama superior de espolín de seda de color de rosa de plata y oro".

Pero no sólo de estas iniciativas particulares se fue fraguando el rico ajuar parroquial, sino que incluso la realeza tuvo su protagonismo, como es el caso de la princesa María Luisa, quien en el mismo año regala a la imagen de la Virgen de la Asunción un manto "de raso liso de color de plata con matices o motas de piel color azul, todo bordado de lentejuelas". Por su parte, la alta jerarquía eclesiástica también quiso dejar legado en la parroquia de Santa María y de esa forma, D. Antonio Despuig y Dameto, Obispo de la Diócesis de Orihuela entre 1791 y 1795, regala "dos vestidos que se fabricaron en Roma… el uno de color morado y el otro de Concepción", costando todo un total de 4000 reales en 1795. A todo ello se suma también los ingresos procedentes de la Administración de la cofradía de la Asunción o del rico Vínculo del Doctor Caro. Con respecto a este último, cabe destacar la colección de noticias que reflejan los gastos de varias vestiduras destinadas a la Virgen de la Asunción entre 1719 y 1730.

Desde bien temprano, la documentación pone de relevancia la necesidad de tener todo lo concerniente al culto "con la decencia debida", incluyéndose algunas de las capillas laterales de propiedad privada. En ocasiones, se encuentran disposiciones relativas al decoro de los ornamentos, como la efectuada en 1729 al sacristán, "a cuyo cargo está la custodia de dichos ornamentos y alhajas los tenga con el aseo y limpieza que hasta aquí y que no preste ni permita se saque de dicha iglesia alhaja ni ornamento". Posteriormente, en 1732 se recoge el mandato a "la fábrica como los que se dicen dueños de altares y capillas, pongan segundos manteles y lo demás necesario para el santo sacrificio a satisfacción de los curas de esta su iglesia, a quienes encarga no permitan el uso de ellas ni de sus vasos a los que pretenden tener derecho, hasta que los adornen como va mandado". En 1734 se refleja un descuido importante de los ornamentos y el Sr. Obispo visitador dispone "dar la providencia conveniente para que se hagan otros decentes". Pero las ordenaciones en los documentos pastorales no se limitan a reclamar la decencia del culto, siempre en aras del esplendor de la liturgia, y en ocasiones se demanda la adquisición de nuevas piezas textiles o el remiendo de otras. Ciertamente, y como queda patente en los documentos, se debía de llevar un especial cuidado con "todo lo que conduce al mayor culto divino".

Podría decirse que todo, o casi todo, el interior de la iglesia de Santa María aparecía revestido con diversos textiles, que irán cambiando sus colores dependiendo de las épocas litúrgicas, según se sabe. En este sentido, y en una costumbre que apenas ha variado hasta nuestros días, el presbiterio era donde más se concentraba la ornamentación no sólo de textiles sino todo un rico y completo escaparate de platería, con sus juegos de candeleros, su cruz de altar, los blandones, el atril, las tres sacras y todas aquellas piezas de plata que tenían como función la dignificación y el embellecimiento de los ritos, costumbre antigua pero favorecida especialmente a raíz de la Contrarreforma.

En primer lugar, las gigantes pilastras que circundaban la parte posterior al Altar mayor aparecían recubiertas en otros tiempos por unas "cortinas de colgadura", según se refleja en la documentación desde bien temprano. Así pues, en 1649 existían "dos cortinas de colgadura de damasco carmesí, que sirven para el adorno del altar mayor", que se verán incrementadas hasta doce en 1652, especificándose entonces que eran para embellecer únicamente el recinto de la Capilla mayor. Pero dichas colgaduras no siempre fueron de color carmesí, pues para el tiempo de Cuaresma, especialmente en los días de la Pasión, se hacían emplear "dos cortinas de lienzo morado" (1671). En el año 1717 ya se indica que "ocho de ellas [las cortinas] están guarnecidas con franja de seda carmesí y las otras cuatro guarnecidas con franja de seda de color fuego". Finalmente, en 1816 se refrenda la existencia de un "cortinaje que se hizo en 1798", como ya se ha comentado anteriormente, gracias a los fondos de la Administración de Nuestra Señora. Además en 1816 se contabiliza "un cortinaje de terciopelo carmesí con galón para las cuatro pilastras del presbiterio", que actualmente, aunque sólo en ocasiones solemnes y destacadas dentro del calendario litúrgico, puede verse en dicho emplazamiento de la iglesia de Santa María.
 
Pero el ornato del presbiterio no se limitaba a las colgaduras, sino que era frecuente que se hallase un frontal de altar tejido en ricas telas (la mayor parte de las veces se indica el brocado y a veces el bordado con motivos de flores o motas). Dicho frontal podía incorporar un marco de plata, pues se recogen varias notas de remiendos del citado marco por parte del maestro platero de la parroquia, que en los años 30 del siglo XVIII recayó en el platero local Juan Silvestre. Todo ello se veía completado por manteles y otros lienzos, que decoraban la mesa del sacrificio. No obstante, los referidos manteles no se reservaban únicamente para el ara sino que también se hacían presentes en las capillas laterales, como es el caso de la Capilla de San Miguel, para donde, en 1629, se solicita que "se pusiese en ella frontal y manteles". O los refrendados por la documentación para la Capilla de San Diego, donde también existía "un frontal de diferentes colores con su cenefa y caídas" en 1634. También podían estar ubicados encima de las barandillas de mármol, a manera de pretiles, que existían en la antigua Capilla de la Comunión. Asimismo se disponían para completar el adorno de la zona más sagrada, paños en los púlpitos.

A estas colgaduras y estos frontales se le suma también la presencia de los doseles, que podían tener su espacio dentro del mismo presbiterio o en las capillas laterales, unas veces privadas, otras veces de la fábrica. Estos doseles también se solían ubicar como cobijo de imágenes de culto, estando de esta forma "una imagen pequeña de un Santo Cristo bajo dosel de terciopelo morado guarnecido con galón de plata falsa" o "una imagen mediana de un Santo Cristo colocado bajo dosel de tafetán colorado, que está sobre el vestuario de la sacristía", que actualmente se corresponde con el renacentista Cristo de la Reconciliación, guardando la misma disposición bajo dosel.

Las capillas laterales solían albergar, como es lógico y notorio, retablos con un edículo principal en el que se dispondrían las diferentes imágenes. Los documentos parroquiales refrendan las imágenes que hubieron de ocupar los lugares preferentes en las distintas capillas del templo, siendo algunas de ellas de vestir, para lo que se empleaban textiles. De esta forma, en 1723 se adquiere la imagen de San Francisco Javier "vestida de raso negro", aunque en 1732 se sustituye el raso por un "vestido de terciopelo negro con guarnición de oro fino". Dos años más tarde dicha indumentaria se cambia por "una sotana de felpa labrada, sobrepelliz de volante de plata y estola de tisú de plata". Por otro lado, la imagen de San Pedro que se incorpora a la parroquia en su capilla anexa a la sacristía en 1734 aparecía vestida "con dos sotanas, una de raso negra y otra de tafetán carmesí", aunque muy posteriormente se cambiará su indumentaria por alba, casulla, capa pluvial, estola y mitra, configurándose así la imagen papal, con textiles de seda blanca y damasco carmesí. A estas imágenes debe sumarse "un Niño pequeño que llevan a la ofrenda con un vestido de raso de plata" que se compra para la parroquia en 1671.

Antaño también estaban ubicados en el presbiterio cuatro espléndidos estandartes que en 1753 donara el Marqués de la Romana. Sobre campo de seda azul aparece bordado en plata el escudo de Carlos III, el de su Real Orden y un sol. Dichos estandartes, que pertenecieron al Regimiento de Caballería de Cartagena, constituyen uno de los pocos juegos similares que existen en España. Fuentes y Ponte señala el origen de la donación. Actualmente han quedado sólo dos de los cuatro originales y se ubican en las dependencias de la Basílica, a falta de una correcta restauración y posterior exposición.

Pero el ornato del presbiterio no quedaba ahí, pues también aparecían los facistoles con sus correspondientes paños, así como algunas toallas, cuyo uso era variado. Completaban los textiles ubicados en el presbiterio las alfombras, pues ya en 1682 se indica la existencia de "una alfombra para el Altar mayor", que se verá renovada en 1691, mientras que en 1723 se adquieren "dos alfombras grandes para el Altar mayor de diferentes colores".

Sin duda, la imagen que más esfuerzos concentró fue la de la Patrona, la Virgen de la Asunción, que presidía y preside la iglesia desde su camarín en el retablo mayor. Según ya se ha estudiado, esta imagen ha tenido en otros tiempos un muy completo e interesante ajuar, pues es la gran advocación mariana de la Diócesis de Orihuela-Alicante, aunque en la actualidad pueda conocerse una mínima parte de dicho patrimonio suntuario. Pero las propiedades de la Asunción ilicitana no sólo contemplaban la parcela de lo textil sino que también la talla era destino de incontables donaciones de platería, procedentes de ámbitos eclesiales (valga como ejemplo la exquisita corona de plata sobredorada que el Obispo Tormo regalase a la imagen hacia 1780) o particulares, como es el caso de la magnífica cama de ébano y plata que en 1747 legase el Marqués de Elche y Duque de Aveyro a la Virgen de la Asunción.

En 1596 aparece el primer inventario de bienes de la Virgen, inserto en una Visita Pastoral. De entre todos los términos, son relativos a la imagen mariana los siguientes:

"Item. Un mantell de brocat blanch ab guarnició de or y pasamá de or y seda blanca.

Item. Altre mantell de brocat morat de la Marededéu.

Item. Un àbit de domàs blanch de la Marededéu ab dos faxes de fil de or y sis revets de lo mateix sobreposats ab fil de or.

Item. Una vasquiña de setí blanch ab dos faxes devant y en torn de fil de or.

Item. Un àbit de setí blanch ab guarnició de fil de or.

Item. Dos parells de mànegues de setí blanch guarnides de fil de or y maçanetes de lo mateix"
 
 
En 1607 vuelve a realizarse otro inventario que contempla "un manto de la Virgen de raço azul bordado y recamado de oro y plata", así como "una toca de tela de oro de la Virgen para la procesión" y "tres camisas de la Virgen de blonda". El siguiente de los inventarios encontrados corresponde a 1816, siendo éste uno de los escritos más ricos en cuanto a aportaciones documentales sobre la imagen asuncionista se refiere. Se recogen en él los siguientes textiles:

"Vestidos de la Santa Imagen.

Primeramente, un vestido de tisú tejido en Valencia de oro y plata con ramos de matices.

Otrosí, otro de espolín de seda y plata morado.

Otrosí, otro de raso liso de color de plata con matices o motas de piel color azul todo bordado de lentejuelas que la serenísima princesa de España, Sª Mª Luisa regaló a Don Diego Ortiz para dicho efecto.

Otrosí, otro de tela de Francia todo matizado de seda de diferentes colores que regaló a Ntra. Sra. Dª Salvadora Musoles de Ruiz.

Otrosí, otro de tisú de oro y plata hecho en Valencia a razón de veinte y cinco libras la vara según consta en el libro de cuentas.

Otrosí, otros dos vestidos que se fabricaron en Roma a la dirección del eminentísimo e ilustrísimo D. Antº Despuix y Dameto, el uno de color morado y el otro de Concepción"
Además de estos mantos y vestidos pertenecientes a la talla que presidía el retablo mayor desde su camarín, este inventario refleja los textiles de una talla pequeña de la Virgen de la Asunción, que actualmente se emplea para representar su alma en la primera parte de las representaciones del Misterio de Elche. Así pues, dicha "Santa imagen pequeña de Nª Sª" tenía en 1816 el siguiente patrimonio, según refrenda el documento:

"Primeramente, un vestido de tisú de plata y oro.

Otrosí, otro de espolín de plata blanco y azul.

Otrosí, otro de tela de oro con ramos matizados.

Otrosí, otro de seda azul y blanco, se dezhizo.

Otrosí, otro de seda con flores.

Otrosí, otro de alama blanco y azul de Concepción bordado de oro, su manto hecho en Valencia"
 

Años más tarde, en 1841, se recoge el "Inventario de las alhajas de la Santa Imagen de Nuestra Señora de la Asunción", apareciendo en primer lugar las joyas y las piezas de platería que poseía la imagen y más tarde sus vestidos, que son los siguientes:

"Un vestido de tisú recamado de plata de realce con sus tapetes de andas.

Otrosí, otro blanco muy usado bordado de talco.

Otrosí, otro azul bordado de oro con sus tapetes de andas.

Otrosí, otro morado bordado de plata con sus tapetes de andas.

Otrosí, dos viejos, el uno de tisú y el otro de tela de seda".
 
 
Pero el ajuar de la Asunción no contemplaba únicamente los textiles relativos a mantos, vestidos y otras piezas de su indumentaria, sino que también incorporaba ricas sandalias, que normalmente eran parte del juego de vestiduras, aunque en otras ocasiones se harán ex profeso para la imagen sin tener en cuenta más consideraciones que el gusto de sus donantes. De tal forma que en el último inventario realizado, fechado en 1986, se da cuenta de la existencia de "dos sandalias de seda blanca bordadas en oro", "dos sandalias blancas y oro", "dos sandalias de tisú de oro bordadas en plata", "dos sandalias de seda bordadas en oro y seda", "dos sandalias de tisú de oro bordado en plata", "dos sandalias de seda blanca bordadas en oro y plata" y "dos sandalias de seda blanca bordada en oro". (Fig. 4)

Así pues, el conjunto de la imagen de vestir de la Virgen de la Asunción ilicitana quedaría configurado del siguiente modo: ciñe su cabeza, incluyendo los pabellones auditivos, la denominada toca o beatilla, que en otros tiempos, a tenor de la documentación, era de lienzo y posteriormente, quizá hacia los finales del siglo XIX, se sustituyó por el tisú de plata. Dicha toca cubre también el cuello y la pechera, siendo éste el único elemento anacrónico de su historiada indumentaria. El cuerpo o candelero de la imagen se ve revestido por los correspondientes juegos de enaguas y ropa blanca para después colocar la saya, normalmente independiente de mangas, las cuales formarán parte evidentemente del juego del manto y vestido. Rematan sus brazos las mangas de larga abotonadura o puntillas de encaje acampanadas, denominadas puñetas, confiriéndole así a la imagen el carácter regio que de ella se pretende. El conjunto se ve bellamente completado por el manto, fijado en los hombros, bordea el cuello de la talla y está abierto en el centro, permitiendo observar el vestido, la zona de la pechera y su cintura. Por último, la zona inferior se decora mediante las ya mencionadas sandalias.

Ciertamente, la cantidad de textiles pertenecientes al ajuar de la patrona de Elche es interesante y con ella puede comprobarse la riqueza del mismo, su variedad y su completitud. Así pues, integran la colección los siguientes mantos, con sus correspondientes sayas, mangas y sobremangas:

  • Manto morado, regalado por el Obispo Despuig en 1795.

  • Manto espolinado y brocado, mediados del siglo XIX.

  • Manto azul, regalado por el Obispo Despuig en 1795.

  • Manto de las conchas, diseñado en 1917 por el erudito local Pedro Ibarra.

  • Manto de las Clarisas, confeccionado en 1931.

  • Manto morado, años 90 del pasado siglo, confeccionado en Valencia.

  • Manto de la Purísima, años 90 del pasado siglo, confeccionado en Valencia.

  • Manto del VII Centenario, de taller valenciano, 1965.

  • Manto de las flores, donado en 1962.

  • Manto para las representaciones del Misterio, donado en 2006.

  • Manto brochado, principios del siglo XIX, posiblemente de taller valenciano.
A esta larga lista deben sumarse tapetes de andas, sandalias, almohadones y algunos textiles no de su indumentaria pero sí procedentes de donaciones especiales, como es el caso del sombrero y la capa de la Orden de Carlos III, uno de los pocos juegos de esta tipología que existen en España, actualmente en desuso el sombrero pero no la capa, pues se ha utilizado en ocasiones como sobrecolcha para cubrir la yacija procesional de la Virgen en las representaciones del Misterio de Elche, siendo donadas ambas piezas por Mariano Roca de Togores, Marqués de Molins y miembro de dicha Real Orden.


Autor: Desconocido (Autor de la fotografía: Alejandro Cañestro Donoso)
Título: Detalle de las sandalias y del tapete azul de las andas.
Fecha: Varia cronología
Localización actual: Museo de la Virgen de la Asunción
 

 
Autor: Desconocido (Autor de la fotografía: José David García Hernández)
Título: Estandartes del Regimiento de Caballería de Cartagena.
Fecha: 1753
Localización actual: Antigua Sala Capitular de la Basílica de Santa María.


 
Autor: (Autor de la fotografía: Alejandro Cañestro Donoso)
Título: Vista general del presbiterio actual de la Basílica de Santa María.
Fecha: 2010
Localización actual: Col. Particular.
 

 
Autor: Desconocido (Autor de la fotografía: José David García Hernández)
Título: Dalmática del terno donado por el Obispo Tormo.
Fecha: 1784.
Localización actual: Museo de la Virgen de la Asunción, Basílica de Santa María.

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