jueves, 31 de enero de 2008

Historia de la Platería. Capítulo V.


Estimados amigos:
Hoy iniciamos la quinta entrega de la Historia de la Platería a través de los cálices, con el muy importante capítulo dedicado al estilo Rococó y la gran figura del cordobés Damián de Castro.
Estamos situados en los mediados del siglo XVIII, ya han pasado los furores del Barroco y, tras de sí, deja una impronta muy específica: un bello y proporcionado juego de curva-contracurva que aún podremos ver en los cálices del dieciocho español. El Rococó es un movimiento que se inicia en Francia y se define por el gusto por los colores luminosos, suaves y claros. Predominan las formas inspiradas en la naturaleza, en la mitología, en la belleza de los cuerpos desnudos, en el arte oriental y especialmente en los temas galantes y amorosos. Busca reflejar lo que es agradable, refinado, exótico y sensual.
Como última fase del gran desarrollo barroco, le corresponde al Rococó llevar hasta sus últimos términos todo aquello que había introducido el estilo anterior. Si recordamos, el cáliz típico del Barroco era aquél que tenía su nudo con forma de pera, consecuencia de la evolución del nudo de bellota que veíamos en las postrimerías seiscentistas.
Pues bien, en el cáliz del Rococó, más concretamente en la pieza maestra que hoy expongo (Cáliz de la Catedral de Córdoba, h. 1780, por Damián de Castro), el nudo ha seguido en su evolución natural hasta llegar a configurarse como un triángulo (tronco-piramidal invertido) que, lejos de lo que se había dado en los siglos predecesores, incorpora una rica ornamentación y concibe un nudo hecho a base de querubines, cabezas de ángeles y otras formas caprichosas.
Es todo decoración, a excepción de la copa que queda austera. La base se hace más alta y se aprovecha todo el espacio para crear un horror vacui sin precedentes.
Damián de Castro es el gran maestro platero cordobés, autor de piezas tan asombrosas como la peana de la Custodia de la Catedral de Córdoba, que Enrique de Arfe hiciera en los finales del siglo XVI, un atril, varios cálices, y un sinfín de piezas del ajuar litúrgico.
Pero no toda su obra será de estilo Rococó. A principios del 1800, y con la nueva oleada de clasicismo que invade España, volverá sus miras hacia las formas clásicas y será un platero academicista, cuya mejor obra será la Custodia del Corpus de la Rambla (Córdoba).
La vida y obra de Damián de Castro bien merecerá, en un futuro, un monográfico en este blog.
Nos queda un capítulo de la Historia de la Platería a través de los cálices, que corresponde con el siglo XIX y el Neoclasicismo. Hasta entonces, recibid un saludo.
Alejandro.

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