lunes, 26 de abril de 2010

Portapaces





Queridos lectores, amigos y seguidores:

Después del letargo ocasionado por la Semana Santa y la acumulación de trabajo pendiente, retomo la actividad en este blog que es tan vuestro como mío. Y precisamente vuelvo para tratar un tema que apenas ha recibido atención durante los más de dos años de vida de este blog: el portapaz. Desde enero de 2008 muchos han sido los temas que he ido tocando, prestando especial atención a la platería en sus múltiples visiones y conceptos, viéndose estudiada por tipologías o épocas. De esa forma, se pudo desglosar la historia de la platería hispánica a través de los cálices o las piezas de astil. En otra ocasión hablé sobre las custodias o las despabiladera, y creo que es justo comentar algunos aspectos de una pieza de platería típicamente española, aunque desgraciadamente desaparecida de los ajuares de nuestras iglesias por las diversas interpretaciones que tuvo el Concilio Vaticano II.

Un portapaz es un pequeño retablito de plata, es decir, una arquitectura de plata, que lógicamente sigue las pautas artísticas de cada momento. Ese retablito solía tener una hornacina central que albergaba una determinada iconografía, usualmente alusiva a la titularidad del templo que acogía al portapaz. Esta pieza tenía una función concreta: durante la celebración de la Misa, el sacerdote instaba a los fieles a darse la paz y éstos practicaban el beso ritual en el centro de ese retablo de platería, que sería cogido por un acólito o monaguillo por un asa ubicada en su parte posterior. Normalmente había dos portapaces, uno para hombres y otro para mujeres. La evolución de la Liturgia y todas sus consideraciones han provocado que los portapaces queden relegados a los museos de arte sacro, donde pueden ser contemplados.




Y como no podía ser de otra manera, el portapaz ha ido ligado a la misma evolución de los estilos artísticos. Ya en el Gótico se daban portapaces que reflejaban absolutamente el arte gótico, erigiéndose estas piezas como un trasunto en menor tamaño de una verdadera catedral gótica, con sus pináculos, arcos apuntados, crestería...

Lo mismo ocurre en el Renacimiento, cuando se adoptan las formas clásicas, especialmente las romanas, y se ejecutan portapaces en estilos sobrios y austeros, como es propio del segundo Renacimiento español, impregnado de lo escurialense.
A lo largo de estos días iré haciendo una recopilación de portapaces para que veáis la evolución, pues es una cosa muy curiosa e interesante.

Si alguien quiere que publique algún portapaz, estoy abierto a sugerencias. Saludos a todos!

3 comentarios:

Roberto dijo...

Interesante entrada, Alejandro. Siempre me han llamado mucho la atención estas pequeñas obras, ya que, por desgracia, han desaparecido en grandes cantidades al caer en desuso.

Saludos!

diego luis urbano dijo...

Pues yo, antes, pensaba que era el recipiente donde se llevaba la ostia a los enfermos. Saludos.

NERE dijo...

PODRÍAS HACER UNA RECREACIÓN, UNA MANO ASIENDO EL PORTA PACES Y ALGUIEN BESANDOLO. SERÍA UNA FORMA GRÁFICA QUE AYUDARÍA A RETROTRAERNOS A AQUELLAS TRADICIONES. Y SI YA LO HACES CON TRAJES DE EPOCA, JEJEJE SERÍA ALUCINANTE
SALUDOS!