sábado, 30 de marzo de 2013

Algunas consideraciones sobre el arte de la platería y su presencia en la Semana Santa española

Este artículo se ha publicado en:
 
CAÑESTRO DONOSO, A., “Algunas consideraciones sobre el arte de la platería y su presencia en la Semana Santaespañola”, Revista de Semana Santa. Elche: Junta Mayor de Cofradías y Hermandades y Ayuntamiento de Elche, 2010, pp. 100-106. D. L. A-146-2010.
 
CAÑESTRO DONOSO, A., “Algunas consideraciones sobre el arte de la platería y su presencia en la Semana Santa española”, en Actas del XXII Encuentro Nacional de Cofradías Penitenciales. Ciudad Real, 2011, pp. 70-75.
 
 
ALGUNAS CONSIDERACIONES SOBRE EL ARTE DE LA PLATERÍA Y SU PRESENCIA EN LA SEMANA SANTA ESPAÑOLA.
Alejandro Cañestro Donoso

 
Desde la década de 1970, los estudios relativos a las artes decorativas y suntuarias han ido incrementando el panorama de la Historia del Arte a nivel nacional. Las tales artes suntuarias engloban la platería, el bordado, el ornamento litúrgico, las vidrieras, los esmaltes, etc., unas manifestaciones artísticas presentes en cualquier acto relativo a la Semana Santa, verdadero eje vertebrador del presente texto. Sería verdaderamente absurdo negar la significación y relevancia de estas artes y hoy cada vez más se tiende a darle mayor protagonismo, aunque éste se conceda a la platería, la cual ha sido la que más investigaciones ha reclamado en estos tiempos. Con ello se desdice una trasnochada concepción, según la cual estas artes decorativas no pasaban de ser simples artes menores, frente a las verdaderas artes mayores, arquitectura, escultura y pintura. Los mencionados estudios de platería están poniendo de relieve el interés y el valor artístico de sus manifestaciones, abarcando un mayor marco geográfico hasta el punto de que muchas regiones, provincias y ciudades españolas cuentan ya con las oportunas monografías sobre el tema.



La presente comunicación se ocupará de las artes suntuarias, concretamente la platería, y su estrecha relación e importante presencia en la Semana Santa, estableciéndose una diferenciación y significación de las distintas piezas atendiendo a la función que pudiesen desempeñar. Así, queda constituida la división en piezas para el interior de la iglesia, tales como los impresionantes Monumentos de Jueves Santo y sus correspondientes urnas o arcas de plata, o los distinguidos cálices del mismo día, siempre ejecutados con los materiales más nobles y encargados a plateros de gran relevancia, pasando por otras piezas que tendrán su función específica en la noche del Jueves Santo, en la misa In Coena Domini, como son las crismeras y el juego de lavabo, compuesto de fuente y jarro, de lo que más adelante se tratará.



Por otra parte están las piezas de platería destinadas a las procesiones y a otros actos de carácter público y penitencial, tratándose pues de los mismos pasos, el ornato de las imágenes divinas y otras tipologías de piezas de platería que responden a funciones determinadas dentro de los mismos cortejos procesionales. Como puede observarse, la relación que se establece entre el noble arte de la platería y la Semana Santa es total e indisoluble, acusándose ésta aun más si cabe desde las disposiciones emanadas del Concilio de Trento y la Contrarreforma.
 


Montaje de platería para el Corpus Christi para la Catedral de Sevilla. Anónimo. Siglo XVIII. 


Montaje del Monumento de Jueves Santo. Catedral de Sevilla.
 

 
Montaje del Monumento de Jueves Santo. Basílica de Santa María de Elche.

 
Arca de la Catedral de Valencia (desaparecida). Luís Puig, 1631.


. Arca de la Catedral de Murcia. Gaspar Lleó. Siglo XVIII. 

 
Sepulcros del Monasterio de El Escorial.
 
 
Cáliz de Jueves Santo. Parroquia de San Juan Bautista de Sant Joan d’Alacant. Siglo XVIII.

 
Senatus. Orfebrería Orovio. Siglo XX.


imperial de la Virgen de la Asunción. Basílica de Santa María de Elche. 

 
Potencias del Cristo del Calvario. Marchena. Finales del siglo XVIII. 
 

Según se ha indicado, no sólo las cofradías y hermandades de Semana Santa han tenido importante papel en el afán suntuario de la Semana Santa, pues también las catedrales y otros grandes templos de nuestro país han sido el reflejo de un claro impulso tendente a la acumulación de tesoros. Así pues, las palabras del profesor Manuel Pérez Sánchez al respecto resultan muy clarificadoras de las citadas intenciones acumulativas: "la relevancia de estas piezas suntuarias destinadas al culto no es, por tanto, un mero capricho de la institución catedralicia sino que responde en definitiva a una obligación derivada del propio status o rango de un templo en el que la necesidad de lo suntuoso, del brillo externo, de la pompa impresionante procede fundamentalmente de la exigencia del prestigio de la divinidad a la que allí se sirve y de la del estamento, es decir el Cabildo, ocupado a prestárselo, constituyendo a su vez todo ello un instrumento de clara afirmación de poder dentro de una sociedad". No obstante, la realidad es bien diferente si la comparamos con épocas pretéritas donde el lujo y la suntuosidad eran los elementos habituales que rodeaban al culto y sus espacios.



En lo referente a la platería, la pieza reina en el territorio español es la Custodia del Corpus Christi. Concebida como la opus magna de toda catedral y templo de alto rango eclesiástico, constituía el epicentro de las festividades del Santísimo Sacramento. Aunque la plata no se limitaba a las grandes custodias turriformes de las iglesias hispánicas, pues en torno al altar se levantaba un complejo escaparate de platería, que llegaba a erigirse como un auténtico monumento al Salvador. De tal forma, para este efecto se encargada un majestuoso y esplendoroso trono de plata que, junto con otros elementos de platería extraídos de los tesoros y elegantes colgaduras, daban la imagen de un gran retablo, con dosel incluido, que indica la presencia tan decisiva en esos montajes de las colgaduras y los textiles. (Fig. 1)



De la misma forma que la festividad del Cuerpo de Cristo necesitó grandes montajes en los principales templos de cada Diócesis del panorama español, la noche del Jueves Santo también los exigió por sus especiales características y significación litúrgica y conmemorativa. Con tal fin fueron creados unos nuevos Monumentos donde se reavivaría el recuerdo de Cristo y su sepulcro.



Los monumentos o altares a Jesús Sacramentado que se erigen en el santo día mencionado en todas las iglesias católicas del mundo, con el fin de que sirvan como altar de adoración del Cuerpo de Cristo, siempre han constituido un motivo de admiración para los que asisten a los templos, ya que son realmente una obra de arte y en el que las artes suntuarias, más especialmente la platería y los ornamentos litúrgicos, cobran una vital importancia, pues tal es el despliegue de candelería y otros elementos de platería, además de doseles y colgaduras, que llega a erigirse verdaderamente un majestuoso altar que sirve de regio homenaje al Rey de Reyes. (Fig. 2)



Respecto a este asunto de los Monumentos, son necesarias las palabras del profesor Rivas Carmona:


"Si la celebración del Corpus necesitó todo ese derroche, no menos el Jueves Santo, principalmente en torno al Monumento o aparato instalado para depositar la Sagrada Forma tras la celebración de la Misa
In Coena Domini, el cual adquiere unas características muy especiales en razón de la particular significación que en el pasado tuvo ese depósito eucarístico. Éste, lejos de lo que cabría suponer, nada tenía que ver con el recuerdo de la Institución de la Eucaristía en ese día de Jueves Santo sino con la rememoración del sepulcro de Cristo y con el depósito de su cuerpo, o sea la Sagrada Forma, en la tumba".


La dignificación de los ritos requirió estos monumentos, que de forma común solían disponerse en el lado de la Epístola, en lugares secundarios con respecto al Altar mayor. Tras la celebración de la Misa mencionada arriba, el oficiante, revestido con humeral para ocultar el copón que contendría la Sagrada Forma y bajo palio, realiza la Reserva eucarística, depositando el Cuerpo del Señor en la urna, elemento que aparecería en el centro del Monumento, quedando cerrada a su término. A esta ceremonia asistían todas las autoridades de cada población. Aunque no todos los monumentos de Jueves Santo fueron realizados íntegramente en plata, sí contuvieron importantes partes de ellos en tal material o simplemente en madera revestida de platería, constituyendo un episodio fundamental dentro de las artes efímeras, pues tales composiciones grandiosas únicamente podían ser contempladas en la noche de la muerte de Cristo. (Fig. 3)



Ciertamente, además de lo aparatoso de los conjuntos funerarios, interesa aquí también las llamadas Urnas o Arcas, una suerte de sagrario específico de estos montajes de Semana Santa, un tipo de pieza muy singular con una función muy determinada: ser el sepulcro de Cristo en la noche en la que se conmemora su muerte. A menudo esta pieza es un híbrido entre sagrario y sarcófago, combinando su doble significación de depósito del Cuerpo de Jesús y sepultura, adquiriendo en los momentos del Barroco unas formas bulbosas con juegos de curvas y contracurvas que muy posiblemente remiten a los sepulcros del Monasterio de El Escorial. No en vano, tanto la desaparecida urna de la Catedral de Valencia, ejecutada en 1631 por Luis Puig, como la urna de la Catedral murciana, labrada un siglo después por el valenciano Gaspar Lleó, reproducen esas formas escurialenses, aludiendo al sentido funerario de tales piezas. (Figs. 4, 5 y 6)



Estas arcas o urnas funerarias son la parte principal de los monumentos aquí analizados y no será con ellas la única ocasión en la que la platería esté presente en esta noche tan especial y sus oficios, pues durante la celebración de la Misa In Coena Domini serán necesitadas otras piezas de plata. Así pues, en un momento determinado del oficio, el celebrante lavará los pies al resto de concelebrantes en recuerdo del momento del Lavatorio de los pies por parte de Cristo a sus apóstoles en su Última Cena, para lo que necesitará el pertinente juego de lavabo, compuesto de fuente o palangana y jarro, piezas que por lo general podrían proceder de ámbitos privados y civiles, no eclesiásticos.



El mismo Jueves Santo, en la denominada Misa del Crisma, tenía lugar la bendición de los óleos de los enfermos y los de los catecúmenos, los cuales se transportaban desde grandes ánforas de plata ubicadas en la sacristía hasta unos pequeños frasquitos del mismo metal. Durante la misa de la Cena del Señor se empleaban aquellas piezas mejores de los tesoros catedralicios y de los grandes templos, pues por su especial sentido se destinaban a ella las obras más exquisitas y delicadas para servir en el homenaje funerario a Cristo. Así pues, era común tener un cáliz y un copón específicos para tales celebraciones solemnísimas, como el existente en la parroquia de San Juan Bautista (Sant Joan d’Alacant), que contiene una rica iconografía alusiva a la Pasión de Cristo. (Fig. 7)



A la hora de abordar la compleja relación existente entre las manifestaciones artísticas suntuarias en la Semana Santa es notoria y evidente su presencia, como ya se ha indicado anteriormente, no sólo en el interior de los templos en las complejas ceremonias litúrgicas del Jueves Santo sino también en el exterior de los mismos, es decir, en la imagen que dan las diferentes cofradías y hermandades, asociaciones públicas de fieles cuyo fin principal es el culto a una determinada imagen o grupo de imaginería, que puede representar uno o varios pasajes de la Cuaresma o más específicamente de la Semana de Pasión. Estas congregaciones también hicieron acopio, sobre todo a partir de la segunda mitad del siglo pasado, de un buen número de objetos de platería, con el fin de dignificar aun más si cabía sus estaciones de penitencia. Así pues, son varias las diferenciaciones que se deben de precisar a la hora de afrontar estas piezas.



En primer lugar, su función suele ser variopinta y diversa, atendiendo a las distintas necesidades de cada hermandad. Además, no todas las hermandades poseen el mismo nivel de patrimonio histórico-artístico ni todas se han preocupado porque sus enseres fuesen realizados en metales nobles. Por tanto, aquí se tratará la realidad de aquellas cofradías, especialmente del sur de España, que cuentan con un rico patrimonio y que suele ser utilizado frecuentemente en los desfiles penitenciales que tales cofradías realizan en su día predeterminado.



En segundo lugar, los bienes suntuarios tienen su justificación atendiendo a las necesidades básicas de cada hermandad, pues los pasos de palio tendrán su propio ajuar mientras que la platería quedaría muy limitada en los pasos dedicados a Cristo. Lo cierto y verdad es que esta platería procesional, indisoluble de la Semana Santa, apenas ha sido estudiada porque la mayoría de sus creaciones, salvo honradas excepciones, ha sido a partir de los años 50 del siglo XX, momento en que se desea volver al esplendor de siglos pretéritos. Se hará aquí la diferenciación básica entre las piezas de platería y otros metales destinadas al paso de Cristo, al paso de la Virgen y las insignias.



Las figuras cristológicas siempre han ido exornadas con diversos elementos que han configurado una concreta imagen, pues todo era insuficiente para embellecer la Divina figura de Jesús, del Rey de Reyes. En una primera aproximación a la platería para Cristo se pueden señalar los mismos pasos, es decir, las canastillas de los pasos, que pueden aparecer bellamente trabajadas por manos de orfebres –aunque no siempre sea la plata el material predilecto por su alto precio– aprovechándose las distintas hornacinas para alojar pequeñas figuritas también metálicas que se relacionan iconográficamente con el pasaje representado. Así pues, tiene tanta importancia y significación el trono donde se asienta la Divinidad como la propia imagen de Cristo.



Aunque las canastillas no serán los únicos elementos que actualmente se tiendan a hacer de plata, pues para el adorno de las propias imágenes también se prefiere tal metal: las tres potencias de Cristo, las coronas de espinas o los remates o cantoneras de las cruces –bien de los Crucificados, bien de los Nazarenos, además del titulus–, pues tales elementos siempre habían sido ejecutados en metales nobles por ser las piezas que estaban en contacto directo con la imagen bendecida. (Fig. 8)



Más numerosas serán, en cambio, las piezas de platería con destino al paso de la Virgen. Si bien es cierto que tanto para los pasos cristíferos como para los marianos se siguen haciendo canastillas de orfebrería, los de la Virgen llevarán consigo más y más objetos de platería u orfebrería en su conjunto, pues de este material también estarán ejecutadas en plata los respiraderos, las jarras, los candelabros de cola, los ricos juegos de candelería que alumbran a la Señora, las varas que sujetan las sofisticadas bambalinas de palio e incluso puede darse el caso de que el mismo techo del palio sea de plata, aunque son muy pocos los ejemplos.



La Virgen María, en su concepción de Madre del Creador, siempre va revestida de la mejor forma para transmitir la idea no sólo de su Divinidad sino también de su realeza, es decir, de una emperatriz o mismamente una reina. Así pues, se hace adornar con suntuosos mantos bordados o brocados de las telas más exquisitas, coronas de plata que se asientan sobre sus sienes, cetros, medias lunas a sus pies en señal de su Inmaculada Concepción y del triunfo del Cristianismo sobre el Islam,…. (Fig. 9)



Aunque los conjuntos resulten de lo más llamativos, incluyéndose las elaboradas peanas sobre las que se erigen las imágenes de culto, sin duda el elemento que más ha acusado la influencia de las corrientes artísticas ha sido la corona, pues se ha intentado convertir en el punto de referencia de la imagen y, lógicamente, no podía quedarse al margen de los estilos. Las coronas ejecutadas en el siglo pasado parten en su mayoría de modelos barrocos y rococós y tienen una configuración común consistente en base o canasto, imperiales y ráfaga, aunque sobre estos elementos se irán haciendo novedosas transformaciones por parte de los orfebres. Si la corona presenta innovaciones artísticas, hay otros elementos que no las aportan, como puñales, coronas de espinas o clavos que las Dolorosas portan en sus manos, permaneciendo casi invariables en la mayoría de los ejemplos conocidos.



Por último, son de destacar aquellos elementos que tienen un papel verdaderamente importante dentro de los cortejos de las hermandades en el día de su estación de penitencia: las insignias, un campo en el que se ha desarrollado mucho la orfebrería contemporánea. El cortejo se inicia con una cruz de guía que, hasta hace pocos años, se solían hacer en madera a la que se añadía algunas aplicaciones en plata u otro metal, siendo también numerosas las labradas enteramente en platería, guión y guía no sólo de la Hermandad en cuestión sino también de la parroquia de la que parte la procesión.



A la cruz le seguía un sinfín de objetos con diferentes funciones, que también eran de plata, como los ciriales, el lábaro, los guiones, los incensarios y sus navetas con sus cucharillas, los libros de reglas, el senatus, etc. Por lo que respecta a los libros de reglas, únicamente se hace en plata su encuadernación total o parcial, si bien lo más común es que la platería quede circunscrita a las cantoneras y al escudo central, que alojaría el emblema de la cofradía en cuestión. Junto con estos libros de reglas, el senatus, una pieza con un vástago y una cartela en su parte superior con las letras S.P.Q.R. coronada por un águila real de alas extendidas, también todo en plata, han sido una de las grandes creaciones de la Semana Santa andaluza. (Fig. 10)



En definitiva, se ha tratado de hacer una aproximación al arte de la platería, tan necesitado de estudios en nuestro país, y su fuerte vinculación no sólo con la Semana Santa sino también con las ceremonias litúrgicas y eucarísticas que la acompañan. Asimismo se ha intentado poner de relieve la importancia que adquieren los objetos de platería en el contexto pasional, despejando toda duda sobre la relación existente, como se ha indicado en varias ocasiones, entre tales términos.



 

 

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